“Soy Rafael Fernando Rueda Bedoya Aguirre Ibarra, cachetón y colorado como me dicen mis familiares”,sonríe entre su retahíla acompañada de un leve acento que da pistas de su origen campesino de Anzá, municipio en el occidente de Antioquia. “Vengo de la Colombia profunda, como la llaman algunos, esa Colombia pobre, un tema que no es distante para las ciudades”. También, cuenta cómo esas raíces humildes y rurales marcaron su vocación de servicio que lo caracteriza desde su infancia y se afianzó en 1982 cuando era un estudiante universitario.
Sus enseñanzas van más allá de saberes académicos. De la mano de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, este maestro forma a futuros profesionales y a “buenos ciudadanos con un alto compromiso ético con la sociedad colombiana”; también, empodera y ofrece herramientas a comunidades vulnerables para la solución a las problemáticas que las aquejan, bajo la premisa de una vida digna a través de la vivienda y el hábitat.
La puerta de la labor social se abrió en su vida en su primera experiencia en la UNAL, que lo llevó a participar, además, del Taller Latinoamericano de Vivienda Popular. “Estábamos trabajando en una tesis de Economía preocupados por el asunto del espacio, pero vimos que no era solo economía, había sociología, antropología y una serie de componentes; hasta psicoanálisis. Luego, durante años de estudio, me di cuenta de que la vivienda como concepto de gestión de autodesarrollo se agota y trasciende al hábitat y sus distintos procesos que incluyen, principalmente, el componente humano y social”, señala el economista, especialista en desarrollo urbano, vivienda y hábitat.
Bogotá, Pereira, Chocó, Medellín y Cali han sido testigos de su trabajo y amor por ayudar a las personas, labor enmarcada en la búsqueda de una vida digna gracias al desarrollo de proyectos en materia de alimentación, acceso a servicios básicos, educación, recreación, entre otros. Lo anterior, con el apoyo de estudiantes, profesores, grupos de investigación, voluntarios, líderes y miembros de las comunidades.
“Mis materias se basan en educación popular, hábitat saludable y vivienda digna. Hacemos un proceso educativo, investigativo y de extensión solidaria. Hay un módulo sobre ética y un voluntariado de dos meses para construir con las personas soluciones a sus necesidades. Trabajamos lo que la comunidad dice que quiere, no lo que nosotros creemos que necesitan”, detalla el profesor de la Facultad de Arquitectura, quien agrega que las soluciones surgen de espacios de encuentro donde se da la construcción social del pensamiento y el conocimiento con los talentos de las comunidades.
Buenos vecinos
“Desde hace cuarenta años que trabajo en la Universidad paso por encima del puente de la 65, acá en La Iguaná, y no sabía que había familias viviendo ahí debajo. Me di cuenta de eso en el 2012 y pensé: por Dios, qué es esto”. Se le entrecorta la voz y la respiración al recordar, pero sin ocultar ni contener sus emociones.
Debajo de ambos puentes (la 63 y la 65), viven alrededor de 16 familias en condiciones indignas. Desde aquel doloroso descubrimiento, junto con la Escuela del Hábitat de la Universidad, se convirtió en un papá y un referente del sector.
Actualmente combaten la deserción escolar con la creación de una biblioteca y apoyando a los niños y niñas con los refuerzos académicos . A esto se suma el acompañamiento para resolver problemas ambientales, la formación en sexualidad responsable, la agricultura urbana y otras iniciativas que buscan, además, fomentar una cultura del buen vecino. Sin embargo, a esa empatía y calidez que caracterizan a Rafael Rueda, las acompaña la rigurosidad y el compromiso. “No apoyamos liderazgos individuales, no hay paternalismos ni asistencialismos, aquí trabajamos la autogestión y el autodesarrollo, lo que garantiza que si la ‘U’ sale del territorio, ellos podrán continuar con los programas”.
Las comunidades campesinas también hacen parte de su labor social. Con el acompañamiento en temas de acoso urbano inmobiliario, catastro, educación especial, acueductos veredales, manejo de residuos sólidos, entre otros, ha llegado a distintos corregimientos de la capital antioqueña, como San Antonio de Prado y San Sebastián de Palmitas.
“Para él, todo lo mejor del mundo”
“Conocí al profe Rafael en el 2008, cuando llegué acá a Medellín como víctima del conflicto armado, sin ganas de vivir, sin ganas de salir adelante”, —así recuerda su primer encuentro con él, Elizabeth Henao, habitante del barrio Pinares de Oriente—. “De repente apareció en el barrio con sus iniciativas, tratando de sacar a los niños adelante y mostrándonos que la vida continuaba. Por eso siempre he dicho que la Universidad Nacional es como mi segundo papá, ellos nos enseñaron demasiado, nos enseñaron a volar nuevamente”, cuenta la líder comunitaria de la Comuna 8.
De trabajos sociales como la creación de un galpón, la mitigación del riesgo, huertas urbanas, entre otros, se han beneficiado más de 500 familias y alrededor de 300 niños y niñas. “A mí me mencionan al profe Rafael y se me alegra el día”, enfatiza Elizabeth.
“Nos dio unas bases a nosotros como comunidad y como personas con las que ya podemos seguir solos, sin descuidar ese acompañamiento. Él le toca a uno lo más profundo del ser, porque llega con esa humildad, ternura, sin hacer distinción alguna, a todos nos trata y nos hace sentir especiales e importantes. Solo tengo palabras de agradecimiento para él” expresa emocionada Gloria Ocampo, habitante de Pinares de Oriente.
“La ciudad le pesa, el campo le quita las arrugas”
Camilo Rueda Giraldo, su hijo, confiesa que se emociona “un poquito” al hablar de su “viejo”, lo describe como un referente: soñador, disciplinado, luchador, exigente, honesto y responsable, comenta lleno de orgullo.
“Es una persona supremamente amorosa y tierna, tengo 32 años y todavía me dice Camilito mi amor. Mi papá siempre nos decía que mi abuelo le repetía tres valores: la honestidad, la responsabilidad y la lucha. Él le agregó el método, dice que hay que tenerlo para la construcción de los sueños, eso siempre he rescatado de lo que mi viejo nos ha inculcado”.
También es un maestro en casa. Esa vena social ha sido transversal en la vida de Camilo y su hermana Laura. “Verlo hacer su trabajo nos ha inculcado la solidaridad y ahora la aplicamos en nuestro día a día. Eso nos ha movilizado mucho a nosotros como familia. Desde pequeño lo acompañamos, con mi mamá”, comenta su hijo con nostalgia.
Actualmente, alejado de sus funciones como docente, más no de su compromiso con los territorios, Rafael Rueda dedica su año sabático a la recolección de las memorias de más de 40 años de trabajo de campo con comunidades vulnerables. Además, está al frente del establecimiento de la Escuela Campesina del Pensamiento y la Acción para las poblaciones rurales, como un gesto de gratitud con sus orígenes y con el objetivo de sembrar la semilla de emprendimiento social como un apoyo en su lucha por una vida digna y en paz, priorizando el relevo generacional del campo para evitar que sea abandonado y los campesinos continúen trabajando en defensa de su patrimonio cultural.
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(FIN/Unimedios Medellín)
*Este artículo fue publicado en noviembre de 2023, en la segunda edición de la Revista Misión Ciencia.